Hace seis años regresé de Nantes
con un elefante tatuado en la piel. No fue una acción impulsiva, fue una decisión
premeditada, un gesto íntimo, cargado de simbolismos.
El elefante representaba entonces una ciudad que me marcó, una etapa que me
transformó, que me hizo crecer y a las personas que hicieron que se detuviese
el tiempo para convertir esa experiencia en algo eterno.
La tinta en mi piel era —y sigue
siendo— un emblema de fidelidad, de memoria, de compromiso. Un homenaje
silencioso a quienes estuvieron, están y estarán, sin importar distancias ni lugar.
Pero este mayo, seis años después
de aquella vivencia, el destino me regaló un viaje inesperado donde acercarme a
los elefantes me ha demostrado porqué para muchos es un animal sagrado.
En Tailandia, por primera vez, estuve cerca de él (de ellos): los alimenté, los acaricié, me senté a su lado… Los observé respirar, me quedé en silencio intentando comprender aquello que solo se puede describir con un escalofrío y la piel erizada: una conexión antigua, profunda, casi sagrada.
Una mirada sin prisa, una dulzura
enorme y tranquila. Esa forma de acercarse sin miedo, esa capacidad de escuchar
con todo el cuerpo y esa mirada, como si entendiera lo que no se dice, lo que
uno calla.
Porque los elefantes no solo
caminan, pisan la tierra como si la recordaran. Guardan memorias del mundo, pero
también de los gestos, de los silencios, de las despedidas y los encuentros.
Porque este animal ya era un símbolo
que llevaba marcado dentro, como un aprendizaje y un recuerdo del que nunca
queremos desprendernos, pero ahora esa tinta cobra una nueva vida, otra vivencia
(junto con la etapa en Nantes) que no quedará en un simple eco.
Porque el elefante no es solo
parte de mi piel, es parte de mi historia, de todo lo que he vivido, de los
valores que siempre he defendido, de todas aquellas personas que quiero y he querido,
e, imposible negarlo, de todas esas situaciones que me han ido transformando. Pero
hay huellas que no se borran, pisadas que marcan fuerte e instantes que no necesitan
descripciones.
Un antes y un después, un futuro desconocido aún por recorrer, las palabras que vuelan y un elefante en la piel.
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