Entrevista a Fely Campo: pasión y artesanía en su colección Dreaming en la Mercedes-Benz Fashion Week Madrid 2025

 

En el atelier de Fely Campo hay una quietud viva: el ruido de las tijeras que rasgan los tejidos, el susurro de un patrón que se repite y la certeza de quien lleva años traduciendo la vida de las mujeres en prendas que duran. A penas dos días antes de presentar Dreaming en la pasarela madrileña, la diseñadora nos recibe en su estudio y habla con la claridad de quien conoce cada hilo de su oficio desde la infancia y sigue despertándose con la misma curiosidad. Fely se define, ante todo, como: “Una apasionada completamente de mi trabajo”, y esa pasión es la brújula que ha guiado una carrera que nació en Salamanca y hoy ocupa un lugar en la Mercedes-Benz Fashion Week de Madrid y en el resto del mundo.

Cuando le pregunto por sus orígenes, por ese instante que la llevó a lanzarse, cuenta una escena sencilla y poderosa: “Tenía catorce años, recogía retales en un taller […] y se hizo me hice un vestido. Muy corto, seguramente muy feo, pero diferente.” Aquello fue el puente entre su timidez y el mundo: “Entonces yo ahí me crecí y dije: “Esto es maravilloso, voy a hacerme un vestido cada semana.””, recuerda. Esa decisión tímida pero decidida dibujó el ADN de su trabajo: creación desde el tacto y la experiencia más que desde la moda del momento.

Dreaming, la colección que desfiló ayer, sábado 20 de septiembre, en la pasarela, nace exactamente de ese gesto: del amor por la materia, del deseo de que una prenda acompañe más de una vida. Fely abre los ojos cuando habla de tejidos: “Cuando veo un tejido, lo toco... para mí ahí es un poco soñar. Qué voy a hacer con ese tejido, cómo lo puedo manipular, hasta dónde puedo llegar con él…”. Ese sueño, para ella, no es una fuga: es una acción artesanal, un proyecto que se materializa en patrones y costuras.

Esa intención se expresa en la idea de atemporalidad que atraviesa la colección. En el corazón de Dreaming hay una tensión entre estructura y fluidez: sastrería femenina que busca un sello actual y piezas en movimiento que sorprenden por su ligereza. “He utilizado sastrería de forma femenina y ropa adaptada, bien hecha, que sienta bien […] En la última parte del desfile he utilizado un tejido difícil, complicado, pero maravilloso”, explica. Y añade con la honestidad de quien prueba y aprende: “En cada colección de la fashion week siempre introduzco algo que no he utilizado antes, ya que no puedo ponerlo en mis colecciones diarias”. Este impulso por experimentar es la que mantiene su trabajo vivo.

No es casual que la campaña visual de la colección recurra a los mosaicos de una villa romana. Fely traza una metáfora clara: los mosaicos son materiales locales que han perdurado siglos; su ropa aspira a esa durabilidad ética y estética. “No creo que mi ropa vaya a durar siglos, evidentemente, pero sí mucho tiempo”, dice, y después cuenta testimonios de clientas que guardan vestidos suyos veinte o treinta años y aún los vuelven a usar. Esa idea de prenda que acompaña, que no disfraza, es el núcleo de su práctica: “Es dar ilusión para cumplir sueños a muchas mujeres”, asegura.

La elegancia, en su vocabulario, es íntima y sencilla: “La elegancia está en eso que tú lo llevas, lo llevas porque es parte de ti”, dice. Huye del ornamento gratuito y persigue el patrón mínimo que diga mucho. Esa búsqueda del menos que dice más le viene de la técnica y del tiempo: “Cuanto más conoces un tejido, cuanto más conoces un patrón… la creatividad se potencia con el conocimiento”. En otras palabras: la experiencia no paraliza; afina.

También hay una filosofía profunda sobre la mujer real. Fely habla desde la observación acumulada: ha vestido generaciones: novias, mujeres que vivían otras normas sociales, clientas que han envejecido con su ropa y ha visto la transformación social en carne propia. “He visto la evolución de la mujer que ha sido brutal... Ahora una novia de entre 24 a 32 piensa de una forma muy diferente a hace 10 años”, reflexiona. Por eso su ropa dialoga con la vida: es respetuosa con los cuerpos, con la edad, con las necesidades reales: “Pido a las mujeres que se miren y se quieran, se quieran un montón, con todo su cuerpo porque son únicas”, insiste.

El negro ocupa un lugar personal y simbólico en su paleta: es su color refugio: “El que te esconde un poco”, una elección que tiene que ver con la seguridad. Pero la colección no se encierra en eso: introduce el verde lima o el naranja tostado y una gama que va del blanco al beige y al negro, siempre comedida, siempre pensada. Y esos colores, como las piedras de Salamanca que le inspiran, trabajan la sobriedad.

Si hablamos por los retos, por lo que cuesta mantener una coherencia creativa durante tantas décadas, la respuesta es de pura tenacidad. Sus comienzos en una habitación de casa, la decisión de abrir un local a pesar de la falta de apoyos, la lucha por hacerse visible… todas esas vivencias regresan en para recordarnos que la carrera es también un combate: “Me costó una decisión... fue una decisión brutal”, dice, recordando su primera placa, la primera puerta abierta a la calle. Y añade, con una sonrisa: “He tenido muchos altibajos en 53 años, pero puedo decir que sigo ahí”.

Aún hoy, Fely piensa a varios años vista con planes a cuatro o cinco años y siente que la profesión es inagotable. “Es un oficio que no se aprende en una vida”, afirma con humildad y ambición. Y aunque le pregunten por la jubilación, su respuesta es eléctrica: “¿Tú a mí me ves con ganas de jubilarme? La vida me jubilará”, declara. Mientras tanto, forma a quienes la acompañarán en el taller y guarda esa energía que, dice, la mantiene en marcha.

Las colecciones de Fely Campo resumen todo lo que ella transmite: una mujer que transformó su timidez en una forma de mirar el mundo, que aprendió a construir sueños con las manos y que sigue insistiendo en que la moda puede ser lugar de seguridad y confort. Fely hace ropa para que las mujeres se reconozcan y se celebren; su lección es sencilla y radical: “Mirarse con cariño” es, a la vez, un acto de resistencia y de libertad.

Ayer, cuando su pasarela mostró Dreaming, no fue un desfile más: será la continuidad de una vida dedicada al vestir y a devolver la esperanza a mujeres que buscan, en la ropa, algo que las acompañe. Porque la ilusión no caduca; se convierte en oficio, en paciencia y en trabajo hecho con respeto.

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