Postales de Tailandia: un viaje en familia de Bangkok al norte en busca de templos, arrozales y elefantes
Hay viajes que se planean y otros
que simplemente te encuentran (casi por sorpresa). Tailandia fue un poco de
ambas cosas: un destino que llevaba tiempo en nuestra mente y un momento que
llegó casi sin planear. Viajamos en familia mi hermano, mis padres y yo, y quizás
por eso, cada escena, cada lugar, cada plato y cada sonrisa local, cobró un
sentido aún más especial.
Entre los neones de ChinaTown en Bangkok - Tailandia |
Aterrizamos en Bangkok, una
ciudad que vibra incluso desde el aire, donde el caos tiene ritmo propio y sus numerosos
templos siguen en pie entre modernos rascacielos. La capital y el contraste de
sus calles, los cruceros nocturnos (poco recomendados, aunque memorables), los
neones y comida callejera (insectos incluidos) de su tan famosa ChinaTown y contemplar
la vorágine desde la calma de las alturas en el Tichuca rooftop, donde
el atardecer se bebe en copa alta mientras las vistas parecen sacadas de un
plano de película.
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Wat Si Chum, Sukhothai - Tailandia |
La ruta estaba programada y, apenas unas horas después de recorrer la capital, nos trasladamos tierra adentro. Poco a poco el ruido se transformó en arrozales, en hojas de loto flotando en canales donde aún sólo han llegado los locales y en templos budistas repletos de flores y celebraciones. Ayutthaya, Sukhothai, Lopburi… nombres antes (casi) imposibles de pronunciar que ya suenan bonito, a lugares dignos de recordar.
Refugio de Elefantes Chiang Mai - Tailandia |
Pero si me tengo que quedar con un
único momento, un único lugar, es el santuario de elefantes cerca de Chiang
Mai. Ahí aprendimos que estos animales no son solo nobles gigantes, sino
también inteligentes, cercanos y casi humanos. Nos daban abrazos, “besitos” y
(no muy suaves) caricias… Jugaban con el agua, disfrutaban de los plátanos y desde
entonces tengo otro bonito motivo para llevar este precioso animal tatuado.
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Grand Palace Temple of the Emerald Buddha - Bangkok - Tailandia |
Chiang Rai brilló con templos blancos y azules, impresionantes obras arquitectónicas esculpidas con paciencia, pasión y fe. Y es que si algo tiene que envidiar este país es su gente, quienes hacen que Tailandia brille con luz propia. Esta nación, también conocida como “el país de las sonrisas” se debe a cada uno de sus habitantes que con manos expertas tejen historias, rinden culto y belleza con una delicadeza ya casi desaparecida. Si han visitado Tailandia y aún no saben de lo que hablo, es que quizás, no hayan escuchado en directo a un grupo de jóvenes tailandeses y su empeño por cantar en español. “Despacito” nunca había sonado tan tierna ni tan desafinada; ni nunca nos había hecho tanta gracia. (Mi favorito, sin ninguna duda, el batería con su sonrisa graciosa y un entusiasmo descomunal).
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Phra Prang Sam Yot - Templo de los monos - Tailandia |
Tailandia no solo se recorre: se
vive, se respira, se saborea… Y en esta escapada exótica, nos quedamos con las
ganas de subir a uno de sus famosos tuc-tucs, esos cohetes sobre ruedas que
prometen aventura y algún que otro susto, pero eso solo significa una cosa: tendremos
que volver a hacer las maletas.
2 Comentarios
Sin duda alguna un viaje inolvidable: los paisajes, su cultura, sus gentes siempre con una sonrisa en la cara, etc
ResponderEliminarPero sobre todo “viaje en familia”
😘😘
¡Sí... unos momentos únicos! 😘😘
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