Elegancia en el Sur: inspiración para vestir en la Feria de Sevilla y Jerez

Hay una época del año en que el sur despierta de su letargo dorado y se viste de fiesta. Un aire distinto recorre las plazas, las calles empedradas, los rincones de cal y jazmín: es el tiempo de feria.

En Sevilla, la noche se enciende en un suspiro contenido. El "alumbrao" pinta de luz la portada, y la ciudad entera se arremolina en torno al primer brindis, a las primeras risas, al primer "pescaito" frito que inaugura los días más felices del año. Bajo un cielo de farolillos temblorosos, la alegría no camina: galopa. Las casetas se abren como puertas a otro mundo, donde el tiempo se diluye entre palmas y sevillanas, donde cada paso se celebra.

Más allá, en Jerez, su gente e invitados vibran en otro compás. El vino perfuma el aire, los caballos relucen bajo el sol, y el arte, ese arte heredado en la piel, se desborda sin pedir permiso. La feria no se celebra: se vive, se contagia, se baila. El bullicio es un himno y el silencio, un susurro de guitarras resonando con emoción.

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Y entre tanto júbilo, entre tanto color, emerge otro tipo de belleza: la elegancia del sur: esa que no necesita ostentación, porque le basta con el porte de una mantilla bien colocada, el vuelo impecable de un traje de flamenca que roza el albero como si flotara. Sus habitantes y visitantes se pasean al ritmo de un paso lento, de una copa alzada con naturalidad, de una sonrisa que se contagia con facilidad.

Son días de flores en el pelo, de volantes que se mecen al ritmo de un cante que no necesita palabras. Son horas de abrazos improvisados, de promesas al viento, de miradas que entienden el idioma de los abanicos y las sevillanas.

Y sí, también se puede vestir con elegancia en feria sin recurrir al traje de flamenca. Algo profundamente inspirador en interpretar el espíritu del sur desde la sutileza: un vestido largo que fluye con el viento como una caricia, un color que evoca las aguas del Guadalquivir, unos pendientes que sustituyen las flores y una silueta más callada pero igual de andaluza. Porque al final, no se trata de vestirse de feria, sino de vestir con el alma festiva del sur.

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