YolanCris en la Semana de la Moda de Madrid: nostalgia, vanguardia e historia

 

El pabellón 14 de IFEMA se ilumina un día más entre susurros de seda y reflejos de luz sobre la pasarela con el desfile prêt-à-porter de YolanCris en la Mercedes-Benz Fashion Week de Madrid. La firma, con su entresijo de agujas y encajes, ha bordado sobre la pasarela el centelleo de tiempos pasados y futuros, un diálogo entre la nostalgia y la vanguardia de una marquesa olvidada.

Entre la oscuridad y las palpitaciones nerviosas de un corazón, emerge la primera modelo envuelta en un caftán de silueta ondulante y reminiscencias art déco. La marquesa Luisa Casati renacía en cada pliegue, en cada destello de pedrería. Su espíritu, indómito y teatral, impregnaba los tejidos y las formas, convirtiendo cada paso en un eco de otra época, en un susurro de grandeza resucitada.

Las túnicas de la colección flotaban con la ingravidez de la niebla, los pijamas de seda acariciaban la piel de la noche y los abrigos envolventes parecían proteger secretos antiguos. La paleta de colores se debatía entre la pureza del blanco y la profundidad insondable del negro, con destellos de oro que se deslizaban como el último rayo de sol en un atardecer de otoño. Y, entre los pliegues de cada vestido, se adivinaba la técnica de Mariano Fortuny, aquel artesano de la luz y la sombra que supo hacer de la moda un arte inmortal.

Pero el desfile de YolanCris no es solo un homenaje al pasado, sino una reinterpretación de lo eterno. Los flecos, largos y espesos, dotaban a cada prenda de un movimiento hipnótico, un baile sutil entre lo tangible y lo efímero. Las transparencias jugaban a revelar y ocultar, a contar historias a medias, como páginas de un diario entreabierto.

La música acompañaba este viaje de invierno: notas de una melodía clásica se entrelazaban con pulsos electrónicos, como si el tiempo, en su capricho, quisiera diluir las fronteras entre lo que fue y lo que será. La pasarela se transformaba en un juego hipnótico, donde cada reflejo contaba una historia distinta, y las modelos, etéreas y seguras, caminaban sobre hilos (in)visibles de historia y modernidad.

Al finalizar el desfile, YolanCris había tejido algo más que una colección: había bordado un universo donde la feminidad se viste de audacia, donde la moda no es solo un atuendo sino poesía en movimiento.

La Semana de la Moda de Madrid sigue su curso, pero en algún rincón de la ciudad, entre las sombras de los palacios y los reflejos de los flashes, aún se puede sentir el roce de la seda, el susurro de los flecos, la silueta de una marquesa eterna danzando entre las luces de una pasarela.

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