En un lugar de la Mancha, de cuyo
nombre no quiero acordarme las colinas se funden con el anaranjado cielo y el
viento nos susurra historias de antaño. Ante nosotros, se alzan majestuosos los
molinos de viento que inspiraron las aventuras del ingenioso hidalgo Don
Quijote de la Mancha. Estos gigantes de madera y piedra, testigos silenciosos
del paso del tiempo, nos invitan a sumergirnos en un mundo de fantasía y
realidad, donde la línea entre ambos se difumina con el ocaso.
Iniciar esta travesía en Argamasilla de Alba, en la provincia de Ciudad Real, es adentrarse en el alma misma de La Mancha. Este pueblo, con su casco histórico que evoca épocas pasadas, alberga la emblemática Cueva de Medrano, lugar donde, según la tradición, Cervantes comenzó a idear la historia de libertad y locura que hoy conocemos como El Quijote. Pasear por sus calles es sentir el eco de las palabras del autor, es dejarse envolver por una atmósfera que mezcla realidad y ficción.
Continuamos el recorrido hacia la provincia de Toledo, donde El Toboso se alza a nuestros pies como la tierra de Dulcinea, la etérea musa de Don Quijote. Aquí, las palabras cobran vida, pues, aunque todos sabemos que Dulcinea es una ensoñación, un narrador nos guía por sus calles empedradas, ante el deseo de encontrarla. La iglesia del pueblo y la Casa de Dulcinea, que recuerda las casas solariegas de antaño, nos transportan a un tiempo donde el corazón y el honor eran el motor de las más grandes hazañas de un buen señor. Además, la biblioteca Cervantina, sueño hecho realidad de un alcalde visionario, alberga ejemplares de El Quijote de todo el mundo, testimonio del alcance universal de esta obra maestra.
Sin embargo, es en el cerro de
los molinos donde el corazón y la literatura laten con más fuerza. Estos
colosos gigantes se erigen imponentes y, desde su mirador, la vasta llanura
manchega se despliega en todo su esplendor, permitiendo al visitante soñar con
las andanzas de aquellos que buscaban aventuras y enfrentaban sus miedos con armadura
y lanza.
Y así podemos resumir nuestra escapada de fin de semana a los molinos de viento de Castilla La Mancha. Recorrer estos paisajes es mucho más que un simple viaje. Es viajar por la literatura y los sueños, la oportunidad de reconectar con la esencia de la humanidad: con nuestra capacidad de soñar y de luchar; porque, al fin y al cabo, todos llevamos en nuestro interior un Don Quijote dispuesto a enfrentarse con aquellos molinos de viento que encontremos a lo largo del camino.
1 Comentarios
Se ve que esta genial el lugar, me encanto tu outfit, saludos:D
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