Es curioso como el verano,
siempre trae consigo una mezcla de felicidad y nostalgia. La emoción por lo que
vendrá y la melancolía por esos dulces recuerdos del pasado que ahora descansan
como si de una postal antigua se trataran.
Del mismo modo, hay viajes que guardan
momentos que no esperabas, como una escena que no sabías que necesitabas, como pedalear
entre ruinas milenarias en Tailandia con el sol en la cara, con budas que
custodian el tiempo y columnas que parecen tocar el cielo.
Una libertad dulce que nos transporta
a aquellas tardes eternas de la infancia, donde pedaleábamos sin parar, pero,
sobre todo, sin saber hasta dónde podíamos llegar.
Quizá, es por eso, que me viene a
la mente Verano Azul, la serie que marcó una generación con su mezcla de
inocencia y descubrimiento. No hace falta haber nacido en los 80 para sentir
ese espíritu, yo ni siquiera llegué a verla, pero su esencia sigue intacta en
cada bici que cruza caminos de tierra, en cada charla compartida bajo la sombra
de una higuera.
No por nostalgia, sino por la
forma en la que todo encaja: el aire libre, las bicicletas, esa sensación de
estar exactamente donde se debe estar, sin prisa por llegar, solo pedalear,
mirar alrededor y respirar.
Porque cada verano se convierte en una especie de ritual y, si alguna vez dudamos de hacia dónde vamos, bastará con mirar atrás y recordar cómo sonaba aquella melodía que tantas veces oímos tararear: “Del barco de Chanquete no nos moverán”. Porque en el fondo, todos llevamos dentro algo de Bea, Desi, Pancho, Piraña y los demás. Todos tenemos (y merecemos) un verano azul, que dure para siempre, con miles de historias que contar.
2 Comentarios
Verano!!!! Que estupenda palabra que evoca recuerdos y que invita a disfrutarlo a tope cada año.
ResponderEliminarPrecioso texto. 🥰🥰
¡Sin duda la mejor época del año! Espero que disfrutes muchísimo🥰🥰
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